
Aturdido por el ruido y la bebida sale un joven a altas horas de la noche de una fiesta. Con mucho trabajo entro en el auto y se dirigió a su casa. Llevaba en la mano una bebida, los ojos se le cerraban. Prendió la radio a volumen alto, la bebida cayó y el joven por instinto se volteo a recogerla, lamentando la pérdida.
Una joven esperaba el alto para correr a la farmacia por unas medicinas para su madre, quien yacía en una cama, espero la luz verde en el semáforo y cruzó, cuando de repente un joven ebrio y detraído la atropelló.
El joven aterrado emprende la huida. Voltea a todos lados creyendo que nadie lo vió. Avanza a alta velocidad mirando varias veces el retrovisor para cerciorarse que nadie lo sigue. No ve nada, trata de tranquilizarse, y sigue su camino a la casa.
Escucha que alguien llora, mira por el retrovisor y ve a la joven que acaba de atropellar en el asiento trasero. El joven asustando acelera, mira de nuevo y ve como la joven estira su mano para tocar su hombro. Loco del miedo sale del auto dejando el espectro tras el. Corre algunas calles, desesperado, escucha de nuevo el lamento, voltea y un auto lo atropella.
El joven gravemente herido, abre los ojos, mira sus brazos ensangrentados, no puede moverse, cierra los ojos, escucha murmullos. Escucha el ruido de una ambulancia, abre los ojos, sus pupilas se encuentran inmóviles, sigue paralizado del terror al sentir un suspiro muy cerca de su oído, tan cerca que le produce ese cosquilleo extraño.
Siente como una lágrima recorre su mejilla, parece que el tiempo se detiene y todo sonido parece provenir de algún tipo de cueva, el eco hace casi imperceptible el sentido de lo que vagamente escucha. La joven clava impávidamente su mirada en los ojos desorbitados de el; ella lo abraza tiernamente y entre risas muy discretas le susurra al oído:
- Ahora ya estamos a mano
El medidor de frecuencia cardiaca muestra un sonido chasqueante y contínuo. El ha muerto.