HOSPITAL

Cuantas historias de enfermeras y doctores aparecidos en los hospitales no conocemos. La historia que están a punto de leer, realmente los sorprenderá.
En un hospital del centro de Guadalajara, existía el rumor de que por esos enormes pasillos una enfermera se paseaba por las noches, cuidando de sus pacientes tanto como lo hacia en vida. Una de esas noches, donde la luna es muy generosa con su luz, un par de enfermeras se encontraban haciendo su ronda nocturna. Al llegar a una de las habitaciones, una ancianita con voz cariñosa les dice: Me encuentro muy bien, la señorita que paso hace unos instantes me dio mi medicina, se puso a platicar muy amablemente conmigo y hasta rezamos un poco; por cierto aquí dejo su cofia.
Asustadas las enfermeras no le comentaron nada a la anciana, ya que sabían que podría ser una de las tantas manifestaciones paranormales que ocurrían en ese sitio. Al notar su silencio la ancianita les comento: 'La amable enfermera también me dejo un rosario, mírenlo'.
Las enfermeras atendieron a la anciana mujer y salieron del cuarto. Aún no cruzaban palabra entre ellas cuando de pronto a lo lejos del pasillo vieron la silueta de una enfermera sin cofia. Las enfermeras quedaron paralizadas por el miedo, la enfermera sin cofia avanzaba cada vez mas rápido hacia ellas y al acercarse les dijo: ‘Buenas noches, me llamo Adriana y soy su compañera del área de pediatría. Hace un rato subí y una ancianita se quejaba mucho, le di su medicina y como me dijo que nunca nadie la venia a visitar me quede un rato con ella platicando. Agradable señora, me dio mucha ternura. Me puse a rezar un poco y le regale un rosario que mis padres me trajeron del Vaticano; la verdad no recuerdo que cuarto era, y ahí deje mi cofia’.
Las enfermeras se encontraban un poco aturdidas con toda la situación, se sonrieron y comentaron la situación, llevaron a Adriana al cuarto donde la ancianita se encontraba.
Al llegar al cuarto vieron que la cofia estaba en la mesita de servicio y sobre la cama perfectamente tendida el rosario. Las enfermeras extrañadas se miraron las unas a las otras, mientras en la ventana se escucho un pequeño golpecito... era la ancianita que se encontraba del otro lado de la ventana, quien las miraba fijamente y se desvaneció ante sus ojos.
